Giancarlo Ibárgüen conoció desde muy niño a Manuel F. Ayau, a quien considera su padre intelectual por las enseñanzas de libertad que recibió de él a través de los años. Asimismo, comparte algunas anécdotas sobre su divertido sentido del humor, el que compara con el de Mark Twain, sagaz, histriónico, algo travieso. Comenta sobre los recuerdos que conserva de aquel hombre alegre de grandes cualidades, siempre lleno de esperanza y júbilo, que nunca se tomaba en serio, pero que en contraste era un ávido lector y gran intelectual. También, menciona el ejemplo de generosidad y caballerosidad que lo caracterizaron siempre; y expresa su admiración por su profundo sentido del bien y del mal. Concluye su intervención con las palabras: "Todos echamos de menos a Muso pero su legado seguirá entre nosotros siempre más vivo que nunca".
Nuestra misión es la enseñanza y difusión de los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables.
Universidad Francisco Marroquín