Guatemala no es pobre por corrupta

New Media UFM  | 05 de julio de 2023  | Vistas: 146

En esta entrevista, Daniel Fernández, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas conversa con Olav Dirkmaat, profesor de la Escuela de Negocios, ambos de la Universidad Francisco Marroquín sobre su nuevo informe Guatemala no es pobre por corrupta. En la entrevista exploran las causas de la pobreza en Guatemala y por qué estas no se deben a la corrupción.

El profesor Dirkmaat postula en su informe que existen tres tipos de corrupción. En el primero de bajo nivel, se encuentran los ciudadanos de a pie. En el alto nivel, magistrados o presidentes, y en tercer nivel que combina los dos primeros, se encuentran el robo y el intercambio de favores, siendo este último el que perjudica más al país. Asimismo, Dirkmaat menciona que la corrupción trae consigo el pago de impuestos, en Guatemala el impuesto a la corrupción es tres veces menor que en países europeos, gracias a que realiza poco gasto público, convirtiéndose en una ventaja. Por ejemplo, durante el caso Odebrecht, Guatemala y otros países registraron un sobrecosto de 70% a 80% por encima de los precios del mercado y el impuesto era muy elevado; no obstante, fue menor que el impuesto a la corrupción en Europa. Por todo ello, explica que la corrupción es inherente a todo sistema político y burocrático y que el otorgamiento de licencias y permisos abre la posibilidad de corrupción.

No somos pobres debido a la corrupción. Tenemos que ver qué políticas públicas nos permiten desarrollar el país y luego se reducirá la corrupción”. — Olav Dirkmaat

 

Más adelante, Dirkmaat explica que en su opinión, la corrupción no se puede medir porque es un concepto amplio y ambiguo. No obstante, existen diferentes formas de hacerlo: El impuesto a la corrupción, las tasas de soborno por servicio público y el índice de percepción de corrupción. Este último, indica Dirkmaat, es el más conocido y el más controversial. Si existe una relación entre percepción de la corrupción por parte de la población y la corrupción real, esta última se mide con tasas de soborno mientras que la percepción no es sólo de la población, sino de un grupo selecto de expertos que siguen la narrativa del momento. Por lo tanto, el profesor recomienda que se utilicen las tasas de soborno para medir la corrupción realizando encuestas a la población general. No obstante, esto sólo es posible para medir la corrupción de bajo nivel ya que la de alto nivel es imposible de cuantificar. Este es el caso de los países desarrollados donde la percepción de la corrupción de bajo nivel es nula mientras que la de alto nivel es mayor. 

En el caso de Guatemala, Dirkmaat comenta que los índices convencionales posicionan la percepción de corrupción en Guatemala al mismo nivel  que países como Haití o Afganistán. Sin embargo, si se aplican otras métricas, el resultado es similar al de otros países latinoamericanos e incluso menor que en otros países de Centroamérica. En este sentido, la mejor solución es el desarrollo económico, ya que mayores salarios pueden evitar la incidencia en actos de corrupción. Dirkmaat menciona que no se puede negar que existe una correlación entre pobreza y corrupción. Sin embargo, la evidencia demuestra que los países desarrollados se hicieron ricos primero y luego eliminaron la corrupción. Guatemala no es pobre ya que si cuenta con una capacidad de ahorro. El problema es que su ahorro doméstico es del 1%, por lo tanto los niveles de inversión en el país serán menores a los de otros países donde el ahorro es mucho mayor. Así pues, primero el ahorro doméstico mueve la economía y luego la inversión extranjera directa (IED) la acelera.

 

Tenemos que acabar con la idea de que primero tenemos que terminar con la corrupción para poder después desarrollarnos y que la culpa siempre es de los corruptos. Esta idea nos lleva a la politización de la corrupción”. — Olav Dirkmaat

 

Finalmente, Dirkmaat cuestiona la ayuda extranjera para combatir la corrupción en Guatemala, ya que el dinero de estas organizaciones tienen la capacidad de ajustar las políticas del gobierno guatemalteco para cumplir con sus agendas particulares. Por lo tanto, una mejor alternativa para la lucha contra la corrupción sería la descentralización burocrática, donde los gobernantes puedan ser eficientes con políticas públicas que promuevan el desarrollo económico, la generación de empleo, salarios altos y condiciones placenteras de vida que atraigan a la población.

 

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